Carta a Dios

27.01.2013 11:28

Miguel Franich

 

 

 

Carta a Dios

 

 

Estimado Señor:

 

Es ésta, la primera vez que lo evoco. Nunca antes había tenido la necesidad de hacerlo. Tal vez, no he sentido esa urgencia, que muchos hermanos míos realmente sí la tienen para con usted.

 

Quizá, los castigos que a veces la vida, nos trae como regalo, llamémosle también, como ofrenda. Donde llegamos, hasta la desmesura, hasta la injusticia o hasta el egoísmo; como así también en innumerables veces, caemos en la angustia mas descarnada, que por otro lado, no sabemos como resolverla y ni siquiera mitigarla.

 

Es allí donde nuestra angustia, nos pone en un lugar extremadamente vulnerables.

 

Creo yo, Señor, que una de ellas, que por otro lado, es la mas desesperada y nos concierne a todos, es la angustia frente a nuestra propia muerte.

 

Usted no tiene tal dolor siendo eterno, ya que se espera, subrayo esa palabra, espera... que jamás va a pasar por el estrato de la muerte. Creo que ahí es cuando aparece su real protagonismo, y por ende, cobra sentido su presencia.

 

Merced a que es usted quien nos garantiza, que en algún lugar de nuestra existencia, jamás vamos a morir definitivamente, debido a que nos ha legado el Don de la eternidad. Es allí, sin lugar dudas, donde su presencia es imperiosa.

 

¡Tarea difícil la suya! Me pregunto: ¿Quién habrá sido aquella persona, que le ha encomendado ese rol. Tener que estar presente entre los mortales, para que puedan evocarlo y así evitar sufrir, aunque tan solo sea, un poco menos cruenta, la pérdida de nuestra propia vida.

 

Lamento, por su bien, Señor, que tenga que padecer su existencia, porque a nosotros los mortales, se nos ocurrió como estigma no aceptar nuestra propia muerte. De ese modo, necesitamos crearlo para que nos la referencie como una vida eterna.

 

Con usted en el centro, nosotros teóricamente... repito, teóricamente... no vamos a dejar de existir, porque mientras esté usted vivo cuidando a nuestras almas, nosotros no vamos perecer jamás.

 

¿Se da cuenta el poder que le hemos asignado, y que usted tuvo la desgracia de tener que asumir? Tan solo, porque a alguien, como yo o como tantos otros, se le ocurrió la necesidad de crearlo para ponerlo en el lugar de adscribirnos la "eternidad".

 

Lo entiendo muy bien, Señor. ¡Qué hermoso hubiese sido para su persona, dejar de existir y no tener que estar involucrado en liturgias, en injusticias; o en situaciones que imagino ni siquiera debe saber como poder resolverlas o enfrentarlas!

 

Situaciones que por otro lado, no dependen de sus variables, para poder elaborarlas. Soy redundante en manifestarle, que hasta lo debe poner tan incómodo ese lugar que le han indicado, sabiendo que en el mundo hay hambre, ambición e injusticias y el rol que tendría que tener, si usted pudiese, sería darle un matiz de absoluta igualdad y equidad.

 

Reconozco, que su frustración lo obliga a manifestarse de acuerdo a sus limitaciones, por eso, ante el dolor de la miseria y la pobreza, ha encontrado una respuesta adecuada creo yo, por lo menos, para no sentir tanta desazón y dolor de su parte.

 

“Bienaventurados los que sufren porque de ellos dependerá el reino de los cielos” .

 

Sé fehacientemente que tiene usted un alma noble y si pudiese, hubiera obrado con justicia en otorgar respuestas a nuestras miserias. Sería tan bello y hermoso para todos nosotros como así también para usted mismo, haber podido contar con la existencia de ese Don.

 

Entiendo por lo que debe pasar, Señor. Alguien le ha otorgado el Cetro, pero no pudo hacer que usted pueda sostener el rol como un ser omnipotente.

 

¡Cuánta impotencia habrá de sentir, viendo un mundo humillante, descarado y no tener la posibilidad de poder hacer nada para evitarlo, sabiendo que lo hemos creado y lo llamamos Dios para cumplir esa función, entre otras muchas cosas que le hemos asignado. Fundamentalmente, cuando le pedimos ante nuestra desesperación y le suplicamos que nos ayude.

 

Me apiado de su esencia, Señor, que tenga que sentir tanta impotencia en no poder hacer mas que tener existencia para darnos la esperanza y la "ilusión" de evitar morirnos.

 

De todos modos, no debe usted afligirse, no crea tampoco en su propia eternidad, porque seguramente cuando el último de los mortales, deje de latir y no forme mas parte de este mundo, usted podrá descansar en paz ya que no tendría sentido alguno su existencia.

 

Le deseo lo mejor para usted, Señor, y cada vez comprendo mas esta penosa situación por la que debe estar pasando y padeciendo, en que le hayamos asignado una tarea absolutamente omnipotente, basada ella en una total y demoledora impotencia.

 

Cuente conmigo para lo que necesite, porque su tarea es noble y de mucho valor, aunque seguramente, no debería tener mucho sentido si los mortales hubiésemos podido asumir a nuestra propia muerte, como parte de nuestra propia vida.

 

 

Su seguro servidor

 

 

                                                                        Miguel Franich

 

 

 

© 2011 Todos los derechos reservados.

Haz tu página web gratisWebnode