Glauce Baldovín
El libro del amor
(Segunda parte) Al amado
I
Hazlo conmigo Amado.
Volando comamos juntos las uvas de este
racimo
Coronémonos con plumas
seamos el condor el águila
la calandria el colibrí.
Trencemos nuestro pelo con ramas secas.
Seamos ciervos en celo.
Unjamos nuestros pechos con aceite de oliva
y grasa de ballenato
para lanzarnos a la mar
e incitar a los tiburones a quenos den caza.
Aventura tras aventura el amor
y en la cresta del precipicio el gozo.
La paz.
II
Hazlo conmigo Amado.
Saquemos de los baúles ropa de nuestros abuelos:
corsés enaguas con puntillas calzoncillos
largos
chalecos camisas con el peto alforzado
levitas sombreros de copa
vestidos de dos o tres capas de terciopelo raso
cofias tableadas capelinas de paja.
Luzcamos esas vestiduras que nos serán propicias
para un lento lentísimo desnudarse
desnudarnos
enroscarnos en los mantillones
desenroscarnos
hacer danzar los sombreros con las rodillas la punta
del pie las caderas
y elevar el deseo al frenesí
al extravío
la locura.
III
Lo que hagamos Amado
que sea desde la impunidad de nuestra pureza
nuestras fantasías nuestras ansias.
Quebrar espejos para ver nuestros cuerpos
distorsionados.
Que tu rodilla sea mi hombro y mi pelvis tu omóplato.
Que nuestras menguas se desangren besando cada
uno de nuestros miembros.
La sangre tibia provoca
enardece
exalta
exacerba.
IV
Aprendamos Amado
el lenguaje de los abanicos
los batones
los floretes.
Alta nuestra dicha usando tales objetos para
nuestras travesuras
nuestro divertimento
nuestro deleite.
Pues qué es el amor sino la cúspide del júbilo
el delirio
la alegría.
V
Nunca en nosotros Amado la rivalidad.
Feliz estaré por tus logros tus triunfos tu ventura.
Feliz serás como mi bonanza mi buena estrella mi gloria.
Y si hubiera un altercado una porfía una gresca
esperaré la noche para crucificarte en la Cruz del Sur
y clavado amarte en mi entera fruición mi total deleite.
Esperarás la noche para hundirme en la luna maniatada
y penetrarme hasta los pulmones el hígado la garganta.
Y en el éxtasis
riéndonos descenderemos a la tierra
tan unidos que no sabremos quién es quién.
VI
Hazlo conmigo Amado.
Juguemos bajo la lluvia para que ella penetre
nuestra carne en ardimiento.
Colguemos el paraguas en la rama mas alta del
plátano.
y trepemos por él hasta el paraguas para abrirlo
y convertirlo en el nido que nos acoja cual si
fueramos palomas
tordos
calandrias.
Con mi lengua te secaré las mejillas las sienes
Los párpados.
Sécame con la tuya la nuca el cuello los
labios
y bajo la lluvia quedemos prendidos en un beso
refulgente
que provoque a los sibilinos relámpagos.
Revolquémonos en los pastos mojados en las
charcas.
Depositemos en las aguas que corren contra la
vereda
barcos de papel con ilegibles mensajes.
VII
Juguemos a la gallina ciega Amor.
Todo a oscuras en puntillas
busquemos un lugar donde escondernos
y para encontrarnos
dejémonos guiar por el olfato.
Elijo un hueso entre las ramas de la hiedra
me agazapo como una pantera
acecho.
La ansiedad me consume no puedo esperar
tanto.
Pantera
me deslizo adhiriéndome al suelo a los muros
trepo al alfeizar de puertas y ventanas
doy saltos desvaro
lo huelo.
El se ha escondido en la alcoba.
Por su olor agrio violento sé que me aguarda
expectante.
Está en el lecho.
Trepo. De un zarpazo palpo.
Es su olor.
Sé que está ahí pero no está.
Emerge del colchón cubierto de lana y me atrapa.
Nos tiramos en el piso nos revolcamos.
Gritando por toda la casa hechos un ovillo
la oveja y la pantera balan rugen
se muerden las ancas los tobillos el hocico
el cuello.
VIII
Me dices Amado
que mi cabello cayéndome por debajo de la cintura
te incita a un largo viaje en canoa,
Tu pelo me dices y un remo a la izquierda
tu pelo y un remo a la derecha
así hasta que nos corone el crepúsculo y su figura
sea fantasmal.
Y mi cabeza en péndulo mirando tus brazos de un
violeta de poder.
Que así sea.
Tienes el don que el Amor te concedió:
puedes crear una ciudad desde un grano de arena
una gacela desde su huella.
Forja el río con el agua de nuestras bocas
la barca y los remos con astillas de nuestros
propios huesos.
!Oh, mi Señor, mi amante!
Y a pesar de estar yo en el secreto
quedaré maravillada hechizada.
Una bruja sobrevolando el sol
las estrellas.
IX
Tratemos Amado
de repetir la poesía que nos decíamos sobre la
hierba.
Para que ella nos trepara como enredadera salvaje
no nos permitiera huir.
Fue Salomón quien la escribió.
Elevábamos la voz hasta el infinito gritando su
nombre
y perdida toda inhibición
éramos actores que daban a cada parte de su
cuerpo libre albedrío
y comenzaba el juego
la danza
las ceremonias.
El teatro.
El amor.
X
1.
Que mis manos bajen por tu columna
hasta las hondonadas que quiero abrir con mis
labios.
Amada.
Concédeme gozar con tu desnudez
con los movimientos que aprendiste de las
serpientes y los felinos.
Pues
"Qué es tu amado mas que otro amado
oh la mas hermosa de todas las mujeres?
¿Qué es tu amado mas que otro amado
que así me conjuras?”
2.
Todo el arte Amado se enriquece con
nuestro amor.
Nosotros con el arte.
Desde los bisontes de Altamira a los grafites (*)
adolescentes
Desde Jeronimus Bosch hasta Van Gogh.
Desde los cánticos medievales hasta Bob Dylan.
Desde Li-Ching-Chao hasta Perse.
Desde el dibujo que hiciste en mi mano
sosteniéndome la nuca
hasta el poema que ayer te escribí.
Ha sido tu pregunta contestada en toda su
infinidad
y su misterio.
Hubieras contestado de igual manera
pues allí están las llaves que abren y cierran los
pórticos del amor.
XI
Tersa como la magnolia tu piel Amado
o con la pelusilla del durazno
la porosidad de la naranja
la aspereza del higo.
Es tu piel
que yo reconocería entre la piel de todos los
hombres que son
los que fueron
los que serán un día.
Pueden vendarme los ojos
arrancarlos.
La yema de los dedos la lengua el olfato
jamás me traicionarían.
Saben ellos dónde encontrar la suavidad
dónde la arruga
dónde hallar el olor a heliotropos pinos
pimienta persicaria
dónde está la sal el díctamo de Creta
el sauzgatillo la émula campana
la salmuera la miel el almíbar.
Me revuelco Amado en tu piel
manto de fuego sobrevolado por pirales
como su estuviera revolcándome sobre las
hierbas del paraíso.
XII
Bailemos Amado bailemos.
A pesar de tener yo la gracia de un camello
sediento
tómame como una ninfa y hazme danzar.
La música que amamos que nos penetre como la
luz.
Seamos Tristán e Isolda
y que el mismo Wagner nos dirija
se regocije.
Por los Beatles bailemos sobre los almohadones
la mesa el lecho.
Los rolling Stone los blues al flaco
Spinetta el tango.
Que tus brazos sean aros en mi cuello
mi cintura mis tobillos.
Ni una Yarará
ni una pantera negra tendrán mis movimientos.
¡Oh, Vladimir! ¡Oh, la Plesiskaia!
Lloremos por ellos que nada supieron de estos
movimientos
de este ritmo que el Amor trajera de Craxitaris
la galaxia de las aves de fuego
las llamaradas.
XIII
Cortas las uñas al ras Amado
libres quedan las yemas de los dedos en toda su
vastedad
su percepción
su sabiduría.
Con ellas las caricias que rozan apenas
la totalidad de nuestro territorio
nos provocan un goce expectante
un placer que clama grita aúlla por nuevas
caricias.
Consintamos que las yemas de los dedos nos
guíen.
Conocen cada corriente oculta de la sangre
las prominencias
las cuencas por tanto tiempo olvidadas
postergadas
asfixiadas
anhelantes de ternura ludimiento placer.
No sólo nos regocijaremos con el sexo
la nuca
las tetillas
los senos
todo en nosotros tiene sed de deleitamiento
regocijo
voluptuosidad.
XIV
Me puse tu cara
salí
y la multitud me proclamó la mas bella
la ungida
y se postró a mis pies.
(*) La alabra grafites no existe, debería ser grafitis